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Letras de Conchi

 

 

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LA FICHA ROJA DE LA OCA 

 

Soy Rus, una ficha roja y redonda. Nací así de este color, una pena, pues es mucho más bonito ser una ficha amarilla, ya que está más de moda y a todo el mundo le gusta.

Con el paso del tiempo he logrado aceptar más mi color, me ha costado bastante pero lo voy consiguiendo. Antes no era así, estaba muy acomplejado y cerrado en mí mismo y cuando me miraba al espejo y me veía una ficha tan roja, me rechazaba, no quería ni mirarme, me sentía inferior ante las demás fichas, y si me cruzaba por el camino con Rillita, que es la ficha amarilla más bonita que he visto en mi vida…, no podía ni pronunciar palabra…; una pena, porque me hubiera gustado mucho decirle lo que sentía por ella, pero ya no puedo, hace mucho que no coincidimos, puede que esté en otro tablero y ya no la vuelva a ver nunca...

No sé, ojalá que sí, quiero ser positivo y embellecer mis pensamientos con ideas bonitas... Esto lo he aprendido de mi amigo Zuli, que es una ficha azul con la que a veces me encuentro y que me da muy buenos consejos. Últimamente coincidimos en bastantes partidas, así que nos da tiempo a hablar mucho, aunque hace dos días que ya no le veo, desde que le tocó “la calavera”, cuando ya estábamos acabando la partida, y tuvo que volver al principio del juego. No sé qué habrá sido de él.

Es curioso lo que me hacía sentir Rillita, cuando la veía pasar, todo mi cuerpo se erizaba. Era una sensación agradable aunque me daba un poco de miedo, porque sentía que controlaba mis emociones y luego estaba durante todo el día pensando en ella y deseando volver a verla.

Mi amigo Zuli, que siempre está sonriendo, es la ficha más agradable y amable que he conocido. Un día me habló sobre las emociones, me contó que lo que me pasaba con Rillita era posible disfrutarlo, sin sentirme atrapado por mis pensamientos ni sentir miedo, que solo tenía que darme cuenta de cuando brotaban en mi esas emociones, y ver en qué sitio de mi cuerpo-ficha las sentía, y así aceptando la sensación de miedo y abrazándola se iría diluyendo, quedando solo la sensación agradable que te deja el ver a toda una ficha como es Rillita.

Recuerdo que un día intenté hacer lo que me dijo Zuli, y en cuanto me pasó Rillita mirándome a los ojos…, tan contenta y sonriente porque le había tocado un “de oca en oca y tiro porque me toca”, en ese mismo instante lo noté, esa sensación en lo alto de mi estómago y la emoción que empezó a recorrerme todo el cuerpo, y sentí alegría y miedo a la vez… Quería haberla dicho algo y no pude, comprobé que el miedo se adueñaba de mi garganta enmudeciéndome, así que siguiendo los consejos de Zuli, acepté ese dolor paralizante, me abracé a mí mismo y así se me fue pasando. (Tengo que confesar que lo de abrazarme a mí mismo lo hice en un sitio discreto cuando nadie me veía). ¡Qué trucos tiene Zuli!, ¡me alucina!, el caso es que yo hago todo lo que me dice, pero cuando nadie me ve; sino dirían que soy tonto además de rojo...

Un día, hace poco, caí en “la cárcel”, y es algo que aborrezco, casi prefiero que me toque “la calavera” y volver al principio del juego antes que caer en “la cárcel”, pues cuando estoy allí empiezo a pensar en tonterías, y me siento solo…

Y es que en “la cárcel” me deprimo, y eso que intento seguir el consejo de Zuli que me dio también para la soledad, ¡cómo no!. Un día me dijo que la soledad es perfecta para encontrarse a sí mismo, y que el sufrimiento generado por la soledad es la factura por no aceptarla de pleno. A veces habla así de raro y no llego a entenderle del todo. Dice que tengo que aceptar todos los momentos, que entonces seré feliz. Desgraciadamente yo aún no lo veo así. Yo solo pienso en Rillita…

 

Hoy estoy especialmente triste, pues no se me ha dado muy bien, no he ganado ninguna partida y además he caído varias veces en “la cárcel”, así que he estado pensando demasiado…

Zuli me dice muchas veces que tengo que pensar menos, ¡que gracioso!, eso quisiera yo. Cuando le pregunto si él no piensa, me dice “claro que sí que me vienen los pensamientos a molestar, pero con una caricia y una palmadita en la espalda les digo que luego nos vemos que ahora estoy en un momento de paz, y así se acaban yendo”…Pues yo no puedo hacer eso, ojalá fuera tan fácil para mí.

Zuli siempre tiene cara de felicidad, esto me hace pensar que quizás tenga razón y que puede existir algo mucho mejor que yo desconozco. También me dice muchas veces que me quite el “yo” y que no piense en que soy una ficha roja (y feilla), pero si no pienso eso, ¿qué o quién soy en realidad?. Me dice que cierre los ojos todas las mañanas y me pregunte eso muchas veces, ¿Quién soy yo? Y que no le dé importancia a todo lo que ven mis ojos, que así descubriré quien soy, porque según dice él, soy mucho más de lo que creo. Cuando me lo dijo pensé: ¿seré el hijo de algún rey?, pero creo que no van por ahí los tiros.

Recuerdo que una vez, después de llevar algunos días intentándolo, respiré profundamente, cerré los ojos y me hice esa pregunta varias veces, y en un instante sentí como si yo no fuera el que se mueve en el tablero, era como si alguien me moviera y yo no controlaba nada… ¡qué tontería!. Me dio un poco de miedo, me parecía ciencia ficción, así que no lo he vuelto a intentar.

Si es verdad que alguna vez he pensado que tiene que haber algo más, que esto de estar cayendo en trampas, “cárceles” o “de oca a oca y tiro porque me toca”… se me queda un poco corto para lo que yo siento que es mi vida.

El otro día me peleé con Verdi (que es una ficha verde), porque no me quería dejar pasar. Sé que me tiene envidia porque yo había sacado ese día una puntuación mucho mejor que la suya, y no solo ese día, muchas veces le gano a pesar de ser yo roja…, y como él es una ficha orgullosa, me quiso fastidiar.

Cuando se lo conté a Zuli me dijo que renunciara a la lucha e intentara comprender a Verdi con sus problemas, que así le acogería sin críticas, porque en realidad no sé nada de lo que él piensa. Me dijo que estamos aquí para jugar y disfrutar, todas las fichas juntas, que la lucha separa y que en este juego se trata sólo de sonreír y disfrutar todos juntos, únicamente eso, y que si Verdi se ha introducido en mi vida es por algo… para que yo me dé cuenta de todo esto.

Me volvió a decir que algo más grande está por encima de nosotros y que disfruta jugando con nosotras las fichas. Que cosas más raras me dice mi amigo Zuli, pero claro, pensando cómo piensa, no me extraña que siempre esté sonriendo. Parece de otro mundo.

A veces intuyo algo de lo que él quiere explicarme porque unas veces parece que el azar existe y otras que alguien nos mueve a su antojo…

 

Como antes decía, han pasado ya dos días desde que no veo a Zuli y me siento solo. Antes he visto pasar a otra ficha azul y me creía que era él, pero que va, era una loca ficha azul que me ha mirado muy airosa y ha vuelto enseguida la cabeza, creo que no le ha gustado nada mi color rojo, lo sé, aunque si se lo comentara a Zuli me diría, que no, que esos son mis pensamientos, pero que en realidad no sé nada. Le echo de menos, aunque no entienda del todo muchas cosas que me cuenta…

Por si fuera poco acabo de caer nuevamente en “la cárcel”, no me lo puedo creer, vaya día llevo, parece que todo eso de lo que huimos, viene más hacia nosotros, tendré que saber aceptarlo, para que así no me vuelva a pasar…

Oh...!!!, no me lo puedo creer, mira quien está en la cárcel también, es Rillita, y está sonriente, mirándome, la bonita ficha amarilla con la que sueño todos y cada uno de los días… Y no me había dado ni cuenta, claro, ¡cómo iba pensando en tonterías y mirando para el suelo!

Puf, estoy sintiendo de nuevo ese dolor paralizante en la garganta. Creo que estaría bien saludarla. Me da vergüenza pero debo hacerlo, sino, aquí los dos tan callados…, aunque ella no para de sonreír, puf, no sé qué hacer... Bueno voy…

- Hola Rillita, ¿cómo estás? (tengo que intentar no poner mucho énfasis ni alegría delatadora, no sea que la asuste, ojalá el color rojo que tengo no le sea demasiado feo…, tengo que…)

- Hola Rus, ¡me alegro de verte!, que bien que te ha tocado caer en la cárcel conmigo, no quería estar sola…

Puf, ahora ya no sé qué decir, la estoy mirando, pero no se me ocurre nada más que eso, mirar su sonrisa, es preciosa, y tiene un color amarillo tan bonito…

- Jijiji

Se está riendo, ¿estaré poniendo cara de tonto?, estoy paralizado, preguntándome si siente lo que yo siento y que como está ahí mirándome, hace que yo no sea yo, es como si yo fuera otro yo influenciado por su mirada… Pufff, ya estoy cavilando de nuevo, la tengo delante y solo se me ocurren estos pensamientos locos…

-  Jijiji, estás muy gracioso mirándome, me gustan tus ojos…

- ¡Ah, y a mí me gustas tú!… (pufff, ¿lo he dicho en voz alta o solo lo he pensado?)

- Jijiji

- (Creo que lo he dicho en voz alta)... Bueno quería decir… Que tu color amarillo es precioso, no como el mío…

- Pues a mí me encanta tu color rojo Rus, me gusta mucho el rojo.  Jijiji.

Ahora sí que me ha dejado mudo, ¿le gusta mi color rojo?, ¿está loca?, he pasado mucho tiempo pensando que yo era horrible, y ahora ¿me dice que le gusto?. A lo mejor el loco soy yo…

….......

 He pasado dos turnos estupendos con Rillita, hemos hablado de muchas cosas. Es una pena que ya nos tengamos que ir de la cárcel. (Nunca pensé que yo pudiera decir esto)

- Adiós Rus, espero verte en “el jardín de la oca”, allí te esperaré, pero si llegas tú antes, espérame tú a mí, ¿quieres?

- ¡Claro que si Rillita!

Nos hemos quedado mirándonos un rato, entonces ella, que es más lanzada y alegre que yo, se ha acercado y me ha dado un beso. Ya se ha ido y me ha dejado todo mi cuerpo erizado, sólo la veo de lejos su bonita espalda amarilla porque le ha tocado un 6, y a mí sólo me ha tocado un 1. Pero no importa, sé que me esperará en el jardín, al final de la partida… ¡Qué bonita es la vida!, ¡qué bonito es el amor!.

Cuento de Conchi Márquez

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LA SUERTE DEL TORO

 

En algún escondite misterioso de nuestra mente, prevalece un universo paralelo y justiciero donde la imaginación se deleita paseando con sus pensamientos. No siempre se encuentra el camino, por lo que muchas veces es necesario dejar de indagar y volver atrás con una ligera frustración, sin aparentemente haber experimentado nada nuevo. Ayer, por casualidad, tropecé con uno de tantos caminos y lo recorrí con cautela y admiración. Descubrí uno de los episodios oscuros que las sombras enturbian aún más, pero afortunadamente yo llevaba una linterna.
Puedo jurar que lo vi, era una plaza de toros enorme y roja. Cinco toreros eran toreados por cinco toros a la vez. Las gradas estaban repletas de toros que aplaudían emocionados cuando los toros que toreaban (hombreros), clavaban sus banderillas por orden, uno tras otro y con la coreografía de un eco con cuatro sonidos, sobre los cuerpos de los hombres con trajes brillantes. Después, los cinco toros y en un mismo compás, como si fuera un baile, hundían sin piedad su arma puntiaguda y mortal sobre el corazón del desvalido. Al instante retiraban su estocada ensangrentada mientras los toros de las gradas pedían que les cortasen las orejas. La emoción se dibujaba con gritos, abrazos y flores que caían a la plaza.
Yo debía ser un toro, porque ellos me hablaban. Pregunté con desconcierto que era todo aquello, a lo que me contestaron pasándome una bota de vino que a eso se le llamaban “la suerte del toro”.
Mientras tanto, la sangre goteaba, pero la plaza ya era roja.

Conchi Márquez

 

 

 

A Dani (2 años)

 

Esa sonrisa de dientes graciosos
esa picardía que tiene en su mirada
ese hablar a medias palabras
ese tierno amor indiferente
esas impresionantes rabietas por nada...

Así es mi hijo,
la inocencia de ninguna picardía
el lloro continuo si quiere algo
tocar todo con dedos hábiles
el no querer salir del agua

y me estremece
cuando me da los buenos días con su sonrisa
cuando con un beso mío el dolor se le quita
cuando por un susto en mi se refugia
cuando me imita en algo, a su manera

A mi hijo yo le adoro,
si le veo jugar y reír con su padre
si le oigo cantar cuando yo canto
si me lleva a jugar con su coche
si le veo hablar con su oso

Daniel hijo mío, yo tiemblo...
cuando de lejos te veo corriendo
cuando no ríes y estas enfermo
cuando te caes tu dolor yo siento
cuando uno de tantos peligros veo

Así es mi hijo...
inocencia infinita de todo
una voz que siempre pide ayuda
nuevas cosas cada día
un amor dichoso en nuestra compañía

Conchi Márquez

 

 

 

JESÚS (5 años)

 

Serás siempre el eterno escusado,
me inventaré cualquier cosa
para que no me defraudes,
porque no quiero que el humo negro
tiña ahora mi limpia alma,
limpia y blanca tu teñiste
con tu cariño anhelado.

Me contagias tu luz sincera
y en ella me siento atrapada,
luz que repartes a todos
y con un solo haz tuyo
a mi me sobra y basta.

Con amor de ingenua mirada
dices que conmigo te casarás,
no existe ahora en tu vida
nadie más, ni mejor,
me posees, me esclavizas
siempre oyendo tu llamar,
tierno amor hacia tu madre,
pero un día te me irás...

Conchi Márquez

  

 

 

ATRAPADA

 

Te quedaste tan fijo en mi pupila
Que en ese momento se me paró la vida
Enganchados en un instante para siempre
Por una atrapada mirada sostenida

Conchi Márquez

 

 

 

 Sin Titulo

 

Inmóvil,
con el frío atravesando el corazón,
la costumbre no apacigua el dolor,
junto a seres con la misma suerte
que mi vista,
fija en ninguna parte,
no puede ver.
Un silencio continuo y oscuro
espera desesperadamente un cambio
y a veces,
un regalo de luz amarga la existencia
por ser tan fugaz en el tiempo
y siento que se acerca el momento,
ese del que muchos no pudieron hablar
y si alguna vez alguno lo hizo
escribió en nuestras mentes unos surcos de miedo
adivinando el calor del infierno
(que contradicción)
para ser devorados una vez muertos.
¡Que triste es ser un langostino congelado!

Conchi Márquez

 

 

 

COMPAÑERO DE PISO

 

No sé porque vivo con él, quizás porque no sepa de otro sitio mejor, o porque de aquí eran mis padres, mis abuelos y mis bisabuelos, y muchas veces nos vemos atados a una herencia que solo nosotros nos imponemos.
Mi vida con él es un calvario, siempre lo ha sido pero desde que mató a mi hermana no sólo le odio sino que también le temo, pues sé que a mí también me tiene ganas.
No le gusta que tenga hambre, así que cuando mis tripas me angustian me escondo y me alimento de lo que puedo sin que me vea, para no enfadarle. Suelo colarme en la cocina cuando no está cerca y comer lo primero que encuentro.
Creo que además le doy asco, pues recuerdo un día que estaba comiendo sus sobras y cogió un cenicero y me lo volcó encima sin ningún motivo, seguidamente me pegó un grito tremendo e intentó darme con el palo de la escoba.
Mi existencia cada vez tiene menos sentido, no comprendo como puede ser tan despreciable, y pensar que cuando llegó me alegré de verle, ahora quiere que sea yo la que me vaya, lo intenta como sea, ayer sin ir más lejos se levantó retorcidamente perverso y se dedicó a ponerme trampas por toda la casa, sé que espera un momento de debilidad para deshacerse de mí. Lo que más siento de todo es que conmigo se terminará mi tan preciada herencia, ya que dadas las circunstancias no he querido tener ratoncillos.

Conchi Márquez

 

 

 

  LA ESENCIA DE FRAGANCIA

 

Existe un mundo invisible a nuestros ojos donde viven unos curiosos seres, cuando uno de ellos nace, llega empapado de Fragancia, tan pura que cuando sus cuerpos rozan por primera vez su aire, gritan.

Según van creciendo, la Fragancia se va desvaneciendo poco a poco, quedando solo su Esencia, cuyo destino también es el de desaparecer, pues reina en el aire algo extraño y misterioso que la anula, la destruye, es la Oñiga.

Les duele tanto, les acecha a cada instante sin que ellos lo sepan, la respiran, no la ven ni la huelen, ni siquiera saben cuando contamina sus cuerpos, y cuando se adhiere en alguno de ellos, es tan engañosa que ni arañando su costra se desprende, no saben despegarla y se acostumbran a vivir con ella sufriendo.

Muy pocos saben mantener la Esencia, la Oñiga no puede entrar en ellos porque conocen su debilidad. Estos seres que logran ignorarla relucen ante los demás, incluso su intenso aroma despierta del letargo que sufren los contaminados dándoles fuerzas a veces para luchar contra ella, aunque es difícil, ya que la Oñiga siempre está alerta y cuando intuye que alguna Esencia de Fragancia está entrando en su espacio reservado, lucha por echarla, venciendo casi siempre.

La Oñiga merma la bondad de estas pobres criaturas y alimenta la envidia de tal manera, que sólo viven por ambicionar los colores de su arco iris con su infinita gama, para ello se pelean, se roban e incluso se matan y son desgraciados, pues nunca llegan a tener bastante. Solo los seres con Esencia de Fragancia, por poca que tengan, logran mantener un equilibrio, pues no codician los colores, disfrutan viéndolos, aunque no sean suyos.

Ellos no lo saben, pero su mundo quebradizo algún día será salvado, quizás dentro de muchos siglos, pero no importa, pues el mal de la Oñiga ya ha empezado a destruir también los colores del arco iris, sin saber que con ello está destruyéndose a sí misma, y un día, cuando después de muchas muertes por conseguir los últimos colores, estos desaparezcan, florecerá de nuevo la Esencia de Fragancia y la Oñiga será ignorada por todos, hasta desaparecer por completo.

Conchi Márquez

 

 

 

Las Rastas de mi hijo

 

No me lo podía creer, me acababa de decir que se las cortara.

Habíamos estado hablando de alguna cosa sin importancia, algo que nos había pasado ese día y que compartíamos, él estaba sentado mirando su ordenador, yo había entrado en su habitación y detrás de él le tocaba el pelo. Entonces mis dedos chocaron con aquellas dos Rastas que tenía en la parte de atrás de su cabeza y pegó un brinco, pues le hice daño sin querer. Eran dos Rastas ya largas, pero sujetas por muy pocos pelos, pues hacía tiempo que no se las arreglaba. Las había dejado crecer hacía ya casi tres años.

Cuando fue a hacérselas recuerdo que a mi no me gustó nada, pero tuve que aceptarlo, pues la verdad es que no hacía daño a nadie. Solamente significó un trabajo extra para mi, ya que sobre todo al principio, una vez a la semana me pedía que se las arreglara con un ganchillo. Yo le decía que además de no gustarme nada que las llevase, encima tenia que estar un rato perdiendo tiempo con ellas; pero la verdad es que no me importaba mucho, pues aunque me quejaba en el fondo me gustaba hacérselo, ya que éstos eran generalmente momentos en los que aprovechábamos para hablar, o incluso para ver una película juntos, por lo que nos acercaba más a los dos.

Pero cuando pasó el tiempo, muchas veces, bien por él o bien por mi, no coincidíamos en el momento preciso de arreglárselas, y cada vez íbamos dejando más tiempo desde que se las arreglaba.

Como había empezado a trabajar de becario y las Rastas le seguían creciendo, decidió meterlas por dentro de la camisa para que no le llamaran la atención, así que todos los días las llevaba ocultas, salvo los fines de semana que salía con los amigos y dejaba que se lucieran bien en su espalda. Así lo estuvo haciendo durante muchos meses.

Aquel día fue decisivo. Acababa de llegar a casa y subí a su habitación a saludarle, él acababa de terminar algún juego por Internet con un amigo y empezamos a contarnos cosas mientras yo le tocaba el pelo. Entonces fue cuando ocurrió. Le comenté que tenía las Rastas muy estropeadas y debía cortárselas, pensé que al instante me iba a rebatir lo que le había dicho y pedirme que se las arreglase, pero no, su siguiente comentario fue que se las cortase.

Creí haberle oído mal, pero no dude ni un instante en ir a por unas tijeras. Cuando volví a donde él estaba, se las agarré las dos con una misma mano e introduje las tijeras con la otra para cortarlas al instante. Él se dejaba hacer, yo volví a dudar, no daba crédito, después de tanto apego a esas dos Rastas durante tanto tiempo, ahora ¿iba a resultar tan fácil deshacerse de ellas?, quizás no fuera tan fácil y llevaba días pensándolo, pero la apariencia que daba era de naturalidad.

Ya dispuesta a cerrar las tijeras dando así el corte definitivo a esos cuatro pelos que sujetaban aquellas Rastas de varios años atrás, quise cerciorarme de que no iba a hacer algo contrario a su deseo, y le volví a preguntar. ¿las corto?. Él sin ninguna expresión en su cara, sin ningún movimiento delatador, sin ninguna pena, dijo un sí claro y conciso. Al instante corté rauda y veloz aquel manojo de pelos, antes de que hubiera un arrepentimiento.

Se las enseñé ya en mi mano, las miró, afirmó sentir pena sin más expresión de tristeza que una voz suave y lenta y me dijo que se las colgara en la pared a modo de trofeo. Así lo hice.

Allí están ahora, en su habitación, en la pared justo encima del ordenador, dos Rastas despeluchadas y más bien feúchas que tienen su historia personal, un capítulo más de la vida de mi hijo.

Conchi Márquez

 

 

 

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